Porque soy CTA
Por María Guebara*
Cerrar filas gremialmente significa dirigir la gestión sindical y la lucha organizada por y para conseguir los derechos y la dignidad de los trabajadores y las trabajadoras, y la verdad es que la CGT no ha demostrado -ni pareció interesarle demostrar- estar a la altura de las circunstancias que se han planteado en estos cuatro años de ajuste, despidos, hambre y vaciamiento.
Los trabajadores pedían a su central a gritos que le hicieran un paro general a Macri; como hecho político, como construcción de poder popular organizado, como forma de hacer escuchar sus voces ahogadas por el desinterés de los gobernantes y la opresión que provoca la crisis económica, pero en el mientras tanto sus dirigentes burócratas y acomodaticios negociaban en las mesas de las oficinas de los funcionarios y cerraban paritarias a la baja favoreciendo siempre al bolsillo de los patrones y del Estado empleador y nunca al de los trabajadores, sentándose incluso a confeccionar listados selectivos para despedir a los trabajadores, algo de un nivel de traición a las bases que no tiene otro nombre sino traición y entreguismo.
Y de esto no hace tanto, solo hay que tener un poco de memoria y saber ver que la unidad que se construyó siempre fue por abajo, la de los laburantes, la de las bases y la del territorio, y por arriba solo algunos dirigentes dispuestos a poner los intereses colectivos por sobre sus aspiraciones personales… Y así es la CGT, no hay mucha vuelta… son una clase dirigencial con un esquema de pensamiento egoísta, fortalecidos en el personalismo de unos cuantos dirigentes amigueros del poder de turno, negando incluso la condición de trabajadores a los desocupados y subocupados, prestando servicios sociales y económicos a los laburantes cual usureros o agencias de turismo, vienen manteniendo las prebendas que consiguen con amenazas y aprietes alineando su aparato burócrata a quien les reporte más beneficios «contributivos».
La verdad es que a la luz de los hechos y de cara al nuevo panorama político que se nos viene, está bien que desde todos los gremios se apueste a la esperanza que nos propone la construcción de un nuevo Estado de derechos y garantías, reparando el tejido social y laboral y restaurando la economía de todos los argentinos y argentinas, y también está bien que en ese sentido podamos todas y todos aportar lo mejor desde el espacio que sea que ocupemos o militemos, pero apelando a la sensatez, me parece que no es un detalle menor entender que no se puede amontonar gremios cuyas concepciones ideológicas son diametralmente opuestas, porque una cosa es la unidad en la acción y la comunión ante el espanto, y otra cosa muy distinta es entregar las construcciones forjadas a fuerza de lucha, organización popular y territorialidad.
La unidad del movimiento obrero no debe ser funcional a ningún gobierno ni a ningún patrón, el apoyo a la política partidaria se puede hacer aún estando estando en la vereda de enfrente, de hecho lo hacemos y lo manifestamos abiertamente, pero la responsabilidad histórica que debemos asumir como laburantes es construir un camino hacia un gobierno real y concretamente del pueblo trabajador, independientemente de la unidad en una central o confederación que le haga favores o le planche la calle al gobierno de turno.
Votar a quien pide la unidad del movimiento obrero no nos pone en una contradicción, y no porque sea el menos peor, sino porque verdaderamente apoyamos y creemos en lo que propone, pero sí nos obliga a restaurar nuestra identidad y sobre esas bases construir nuevos paradigmas de acción y reacción, y justamente porque no somos, ni seremos, ni nos parecemos a la CGT es que estoy convencida de que hay otro camino, que no será tampoco nunca «la ancha avenida del medio», porque lo que somos y seremos es un gran confluencia de trabajadores organizados que no están dispuestos a abandonar la calle, ni la lucha, ni la identidad, ni la ideología; gobierne quien gobierne si lo hace contra los trabajadores y trabajadoras. Y a pesar de nuestras propias contradicciones, estoy convencida que sabremos construir sin relegar nada, la historia no se equivoca y si sabemos leerlo, ya está todo escrito.
*María Guebara, Delegada de ATE en el Teatro Auditorium de Mar del Plata