La policía sigue matando
En el día internacional de los Derechos Humanos conocemos otro aberrante caso de violencia institucional que nos conmociona. El joven Luciano Olivera, de tan sólo 16 años, fue asesinado de un disparo a manos de un agente de la Policía Bonaerense en un control vehicular en la localidad de Miramar.
Luciano transitaba con su moto, y circunstancias que aún no se establecen, recibió un balazo en el pecho y murió en el lugar. La familia denunció que el policía acusado era del mismo barrio que Luciano y que ya venía hostigándolo a él y a su grupo de amigos.
Todavía está presente el asesinato de Lucas González, de 17 años, hace pocas semanas cuando volvía de jugar al futbol. Es cotidiana la violencia dirigida hacia las juventudes por parte de las fuerzas de seguridad, más aún cuando se trata de jóvenes pertenecientes a clases populares.
Los casos de “gatillo fácil” no dejan de suceder. Se cambian las conducciones de las fuerzas, y sin embargo la crueldad y el atropello continúan. Parecen repetirse una y mil veces, al igual que las luchas de las familias, los pedidos de justicia y el apoyo social.
La democracia nos presenta desafíos permanentes, por lo que los cambios en la formación de quienes integran las fuerzas represivas debe ser aún más profundos. La violencia que sufren las clases populares, a manos quienes deben cuidarlas, es inaceptable.
La historia de la lucha popular es también la historia de la lucha por la justicia. El reclamo por los asesinatos de quienes, en todo el territorio, han derramado sangre a manos de fuerzas formadas, equipadas y financiadas por nuestro Estado. Esta es la paradoja y es también la pelea por los Derechos Humanos que damos todos los días.
Justicia para Luciano Olivera y todas las víctimas de la violencia institucional.