«La Noche de los Lápices – 40 años»
Por Laura García Vázquez*
La importancia de recordar a estos jóvenes como parte de la militancia revolucionaria en la Argentina.
La Noche de los Lápices es parte de la historia del genocidio ocurrido en nuestro país que no sólo dejó el terrible saldo de 30.000 desaparecidos sino también huellas difíciles de superar en nuestra sociedad aún hoy a tantos años de estos sucesos. Para ser precisos el objetivo principal que era el transformar un país y hacerlo más dependiente y servil hacia los negocios privados y extranjeros fue tan eficaz que, por nombrar algunas de sus facetas, dejó un conjunto de leyes que no fueron derogadas ni por el mejor de los gobiernos en estos más de 30 años de democracia.
El relato y la valoración de estos hechos también cambian con el tiempo adaptándose al transcurrir del tiempo y a los cambios culturales que se reflejan en la apreciación de la historia de nuestro país.
Diez jóvenes de entre 16 y 18 años son los protagonistas de esta fatídica jornada: María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Claudio De Acha, María Clara Ciocchini, Daniel Racero, y Horacio Ungaro permanecen desaparecidos, mientras que Pablo Díaz, Gustavo Callotti, Patricia Miranda y Emilce Moler son los sobrevivientes de este episodio.
Durante muchos años, el relato que simplificado que llegó a la mayoría de la sociedad era que estos jóvenes, estudiantes secundarios, luchaban por el Boleto Estudiantil, y que ese fue el motivo de su secuestro y de la desaparición de la mayoría de ellos. Es decir, eran jóvenes que militaban por un derecho justo y simple como el boleto estudiantil. Esta manera de ver los acontecimientos se emparenta con la de creer que los desaparecidos lucharon por democracia formal, por el funcionamiento de las instituciones, por las libertades individuales y no por las verdaderas causas que motivaron su militancia. Está claro que nuestro país no tenía estabilidad democrática, pero también que esto, como siempre, hay que mirarlo desde un contexto más amplio y ver que era la realidad de toda América Latina. La militancia revolucionaria en la Argentina que se desarrolló entre 1966 y 1978 iba por mucho más que esa formalidad, por mucho más que el derecho al boleto estudiantil. No estamos desmereciendo este derecho, importantísimo y por el que muchos jóvenes se organizan y luchan hoy en día, un derecho imprescindible en un país que carece de un sistema de transporte público, democrático, económico y ecológico. Simplemente reconocemos y nos parece que no hacerlo sería quitarles identidad a estos estudiantes, que sus aspiraciones eran otras, que iban más allá.
Evidentemente este operativo tuvo el objetivo concreto de atacar la militancia en los colegios secundarios, pero la extrema juventud de estos compañeros no constituye una excepción de la época sino todo lo contrario , sepamos que el 43,23% de los desaparecidos tenía entre 16 y 25 años, y es el segmento más numeroso de todos.
En respuesta a la pregunta de por qué militaba, Emilce Moler, una de los sobrevivientes, responde en un reportaje: «En esos años era imposible no hacerlo, y yo tenía claro que quería trabajar para que no hubiera más pobres».
Creemos que no puede resumirse mejor el conjunto de ideales, el proyecto de una sociedad distinta con justicia en todos los órdenes, que en la idea concreta de terminar con la pobreza, tenemos que agregar a esto, especialmente para los jóvenes, que esa idea era realmente algo posible y muy alejado de lo que puede considerarse utópico, era algo que podíamos alcanzar para nuestro pueblo.
Esta militancia se planteaba la lucha para la toma del poder para cambiar la sociedad, para crear una nueva, con nuevos valores como la justicia social, la solidaridad, la igualdad de posibilidades, la soberanía, la unidad latinoamericana, la liberación nacional y social. Y para esto era imprescindible el hombre nuevo del que nos hablaba el Che Guevara.
Hoy, en esta etapa que nos toca transitar, debemos enfrentar un gobierno elegido mediante el voto popular que defiende abierta y cínicamente los intereses de las empresas privadas y extranjeras, muy lejos de los intereses reales del pueblo todo, decimos cínicamente ya que en su campaña tuvieron el coraje de hablar de pobreza 0 e inmediatamente luego de asumir tomaron medidas que empeoraron las situación social, económica y cultural de la mayoría de los argentinos. Esta situación está acompañada, como lo marca nuestro origen, dentro de un proceso que vivimos como latinoamericanos en la región y nos exige construir las alternativas emancipadoras y de integración autónoma sin prisa y sin pausa.
En este contexto histórico recordamos y homenajeamos a los compañeros y compañeras de la noche de los lápices, 40 años después.
Como argentinos tenemos la obligación de recordar en profundidad nuestra historia y nuestros muertos , LOS DESAPARECIDOS NOS FALTAN A TODOS es una verdad que se hará carne en nosotros cuando podamos concretar ese sencillo y fundamental sueño de nuestros compañeros y compañeras desaparecidos, sencillamente: «que no hubiera más pobres» en nuestra patria.
*Por Laura García Vázquez, integrante de la Mesa Provincial de la CTA Autónoma de la Provincia de Buenos Aires