Homenaje a Jorge Alorsa en Tolosa

Este domingo 15 de abril se desarrollará el ya clásico “Un Domingo con Alorsa” homenaje al poeta y músico popular fundador de «La Guardia Hereje» (un cuarteto de Tangos criollos, milongas, candombes y vals) y reconocido promotor de las nuevas expresiones del tango y la milonga en la región. La cita es partir de las 15hs en la Plaza Bocha Esperanza, calle 6 y 528, y actuarán l Dúo Barrionuevo – Tato; ElManijazo; Berretín Tango y la murga La Vara Baja. Además se harán exposiciones, juegos y el clásico torneo de metegol.

El homenaje sucede días después de que la obra de Jorge Alorsa Pandelucos fuera declarada de Interés Municipal, Social y Cultural por el Concejo Deliberante de la Municipalidad de La Plata.

La Guardia Hereje surgió luego de algunos viajes que Alorsa había hecho por el mundo sin más equipaje que su guitarra, lapicera y hojas. Su vocación por la música fue tan intensa que decidió postergar su recibida en la Facultad de Ingeniería (le faltaba un último trabajo) para conducir un taxi, oficio de su padre también. De allí recogió muchas de las historias y vivencias que plasmó en su obra.

El primero de los dos discos se llamó “Tango y otras yerbas”, fue publicado en 2005, y el grupo alcanzó una notoria popularidad gracias al militante trabajo del “Gordo” que no dejaba radio sin recorrer. Son recordadas sus presentaciones en el programa humorístico “Strudel de Verduras”, clásico inmortal de la radiofonía platense emitido por la FM de Radio Provincia. Allí la cortina de cierre del último año fue la “Milonga Verdulera”, compuesta especialmente por Alorsa para dicho programa.

El segundo material se llamó “13 Canciones para Mandinga” y lamentablemente Alorsa no llegó a presentarlo producto de un ataque cardíaco sufrido el 31 de agosto, un domingo tristísitimo, que sus amigos, familiares, vecinos y admiradores transformaron en una colorida celebración de la vida y la vigencia de un ser humano de sensibilidad única, capaz de hacer reír a carcajadas y llorar a moco tendido de una canción a otra. Una persona que sin duda alguna, dejó una profunda huella en quienes tuvieron la inmensa fortuna de poder verlo actuar en vivo.

Canción de Alorsa dedicada a Carlos Cajade, fundador de la Obra de la Madre Tres Veces Admirable, la Revista La Pulseada, Secretario de Derechos Humanos de la CTA Provincia de Buenos Aires y uno de los impulsores del Foro por los Derechos de la Niñez

*La historia de Jorge Alorsa y su Guardia

Se llamaba Jorge, le decían Gordo o Alorsa o, conjugando ambos, “El Gordo Alorsa”. Ingeniero y taxista, enormemente talentoso, verdadero sabio del lenguaje popular, él se definía como “cantor criollo”. Y vaya si lo fue.

Nació el 24 de noviembre de 1970 –por cesárea, tal como dice en una de sus canciones-, en una de las tantas casas bajas de la barriada de Tolosa, apenas cruzando el ancho boulevard de la avenida 32. Puede –y debe- decirse que fue el menor de dos hermanos; hijo de Juan, histórico taxista de la ciudad y de Olga, ama de casa. Puede decirse también que Jorge Pandelucos se crió ahí y así: mucho en su casa, en esas calles, en esos baldíos que de pronto eran potreros urgentes en donde el piberío del barrio despuntaba el vicio del fútbol. Porque –hay que decirlo, también- Jorge, además, era futbolero, porque Jorge, además, era hincha fanático de San Lorenzo de Almagro. Porque Jorge, además, de pibe, a veces, se sentaba cerca de su papá y escuchaba a Gardel en esos discos que estaban en su casa. Porque Jorge, además, la primera canción de “cuna” que aprendió, a manos de su papá, fue un tango.

También se puede decir que Jorge fue Jorge hasta que en alguna clase de idiomas en la secundaria del Liceo, por algún mal pronunciamiento le empezaron a decir Alorsa. Entonces Jorge pasó a ser Alorsa, y Alorsa Pandelucos no suena tan mal, pensó. Y se puede decir –porque así fue- que entró a la Facultad de Ingeniería.

Una calavera con anteojos negros, sombrero y pañuelo al cuello. En la boca, un pucho encendido. De fondo, cruzadas, dos guitarras criollas. Blanco sobre fondo negro. Alrededor, fileteados de color rojo. Debajo de la ilustración se lee: Tangos… y otras yerbas. Esta era la tapa de aquel primer disco se editó en 2005 y en esa primera formación, además de Jorge -claro está-, Nicolás García y Joaquín Arrese Igor se encargaron de las guitarras y Matías Mir en bajo. Aparecen como invitados Alejandro Pandelucos, hermano de Jorge, tocando el bouzuki, un instrumento de origen griego, de cierta similitud a una mandolina pero de mango más largo, y Leonardo Gianibelli en percusiones.

Tangos… y otras yerbas son diez canciones que se apuntalan desde lo más clásico de la música rioplatense; ya sea tango, milonga, candombe. Así, por ejemplo, Clase 70 hace de carta de presentación del mismo Alorsa –“Soy nacido por cesárea, 3 kilos 7 cincuenta/soy de la clase 70, no me acuerdo de Perón/No usé pañal descartable, ví la tele en blanco y negro/tengo muda en super 8 mi primera comunión (…)Yo que dí mi primer beso con los discos de vinilo/quién diría que ahora escucho en compactos a Gardel”-, El Pelado y la Mocosa cuenta el desencuentro amoroso entre un pibe de guita y una hippie fumona; en Ezeiza retrata una de las postales más comunes que siguieron a diciembre de 2001: “Te acompañan hasta Ezeiza, arrastrando los bagayos, adónde vas?/Con la facha reciclada, ciudadanía cambiada, adónde vas?”. Y sí, también en ese disco está Para verte gambetear, acaso la canción más hermosa que le compusieron a Maradona. Dicen que el mismo Maradona se emocionó cuando se la hicieron escuchar, que el mismo Alorsa emocionó a los cubanos con esa canción cuando llegó hasta allá en un viaje mochilero y guitarrero por el continente. Con esa primera formación tocaron bastante hasta que la posibilidad de tocar en una de las primeras ediciones de Cosquín Rock hizo que, de pronto, La Guardia Hereje fuera un dúo, que quedara un tanto disuelta la formación clásica.

Y hacia allá rumbearon Jorge y Leonardo Gianibelli en un 404 que llevaba la tapa del radiador tapara con un viejo nylon. Camino a Córdoba la criolla se descola, queda hecha un desastre.
– ¿Y esto cómo se toca? –pregunta Jorge.
– Es lo mismo que la criolla. Metete ahí, practica y después salimos a tocar –dice Leo. Y señala un container que estaba a pocos metros del pequeño escenario. Entonces, con la urgencia de las canciones y el toque encima, Jorge se encierra en el container con una Stratocaster prestada a ensayar un poco. Algunas pocas fotos quedan de eso.

Al regreso de Córdoba, La Guardia sigue con esa formación y así salen a tocar por la costa en lo que ellos llamaron «Las Toninas Tango Tour»: algunas playas, las proveedurías de un par de campings, un programa de televisión local.

Tres. Tres fueron las veces que Alorsa invitó a Fernando Tato a sumarse a La Guardia Hereje. Y fue él mismo quien, luego de aceptar finalmente la propuesta, pidió que el otro guitarrista fuera Sebastián “Ñato” Marín. Así es que desde mediados de 2006 La Guardia Hereje vuelve a ser un cuarteto. Con esa formación, por ejemplo, llenan dos veces el Teatro Coliseo Podestá de la ciudad. Poco menos de mil personas cada una de las veces, algo impensado -no sólo en aquellos días sino hoy mismo- para cualquier agrupación de tango y de música de raíz criolla y rioplatense. Así también llenaron cada vez que se presentaron en el bar Ciudad Vieja, así también llenaron otro típico lugar de la ciudad llamado Caetano.

 

Cuatro tipos sentados alrededor de una mesa. La mesa cubierta por un mantel que tiene cosido a mano el logo de la banda –un cuadrado de tela recortado de alguna remera. Unos vasos de vidrio, una jarra blanca con forma de pingüino con un poco de vino tinto. Cuatro tipos sentados alrededor de una mesa. Un punto en el mundo. Mejor dicho, un punto en el sur del mundo. Uno de ellos canta y de cuando en cuando toca la guitarra, recita. Hay dos guitarristas más y un percusionista. Cuatro personas mancomunadas bajo un nombre –La Guardia Hereje-, un puñado de canciones y una fuerza demoledora, capaz de silenciar y hacer reír y llorar a todo un auditorio, ya sea en un teatro lírico donde la cúpula pintada vale fortuna o en un rincón al fondo de algún bar de mala muerte, donde la cerveza se sirve en vasos de plástico.

A fines de 2007 Jorge vuelve a salir de viaje. Sale a recorrer Latinoamérica, se va hasta Cuba y desde allí empieza a bajar. La Mochila, el mate y la guitarra lo acompañan. Antes de irse, en aquel fin de año, le pide a Charly, el sonidista en vivo de La Guardia, que le consiga –a su vuelta- un buen lugar para tocar más seguido, para hacer un ciclo de toques. Charly le dice que sí, pero a cambio le pide que le regale alguna remera de La Guardia.

No bien regresa, en los primeros meses de 2008, Jorge llama a Charly desde el aeropuerto. Esa misma tarde le lleva la remera prometida. Cuando consiguen el Club Hemisferio para tocar, el arranca con la idea de hacer un ciclo. Así se empieza a gestar lo que Jorge llamó Tango Criollo Club. Las primeras fechas se hicieron únicamente en La Plata, en el Club Hemisferio. En cada toque, además de La Guardia Hereje, había una banda invitada, alguna banda o agrupación nueva que tuviera que ver con la cultura rioplatense. Así por ejemplo pasaron por el ciclo bandas como La Chicana, Los Hermanos Butaca, Dema y su Orquesta Petitera, la Orquesta Típica Fernández Fierro

Juan Hermelo Díaz lo conoció a Alorsa a través del programa de música rioplatense Toca Madera, que conducía junto a Rodrigo De la Serna –ambos también compartían El Yotivenco, grupo con el tocaron varios veces en el Tango Criollo. Aquella primera vez que se vieron, Juan quedó al borde de las lágrimas cuando escuchó a Jorge recitar Vuelve el tango, esa especie de manifiesto del tango del S XXI, que muchos repiten y leen en cada mundial de tango, en cada ocasión.

El segundo disco “13 canciones para Mandinga” sigue la impronta del primer disco: tangos, milongas, candombes, algún vals, recitados; todo al estilo de la vieja guardia. Las canciones de La Guardia Hereje no dejan de ser tangos clásicos pero que, a diferencia de todo lo demás, tiene una literatura única, nueva, fresca.

Jorge apenas se había animado a tocar la guitarra de grande. Recién a los treinta ahorró unos pesos y se compró una criolla. Quería aprender algunas cuestiones básicas sólo para poder acompañar lo que escribía. Unas pocas clases bastaron para que esas letras, esas poesías, ese lenguaje barrial, irónico, humorístico, profundo, claro, popular, rico en metáforas, se volvieran canciones. Lo novedoso no radicaba en la musicalidad de las canciones sino en la lírica, en las letras, que de pronto empezaron a ser un pequeño faro dentro de la letrística tanguera.

Si en sus orígenes el tango le cantó y nombró a los cuchilleros, bufas, malevos y tranvías, en estos tiempos, en manos de Alorsa, le cantó a Maradona, le compuso canciones de amor a alguna vecina paraguaya para que tenga suerte vendiendo sus chipás, le cantó a los pibes que en las esquinas changuean por alguna moneda, al tango mismo le cantó. Así, por ejemplo, decía y entendía: “No hay postal más tanguera que dos rollingas. Dos rollingas por la calle están más cerca del tango que de los mismos Rolling Stones…”

Jueves por la tarde, el clima templado de fines de agosto se hace sentir. Los cinco se suben a un 404. Jorge, Leo, Sebastián, Fernando y Charly. En los badenes de cada esquina de Capital Federal, cuando el auto fondea y roza un poco el asfalto, automáticamente se activa la bocina. Así, en cada esquina, ese desvencijado 404 lanza un bocinazo hasta llegar al Konex. El toque (en el marco del Mundial de Tango) salió bárbaro –de hecho Alorsa decidió arrancar el show con su recitado Vuelve al tango, una cachetada en la jeta al tango más comercial- pero los músicos lo que más recuerdan de aquella noche fue el agite de Jorge al subir las escaleras. “¿Sabés lo que tiene que pasar para que yo vaya al médico?” dijo Alorsa, como cada vez, cuando sus compañeros le insistieron a que fuera al médico.

Antes de irse, Alorsa –como nunca había hecho antes- le da el maletín con sus cosas –pingüino, mantel, vasos, remera, mate- a Leonardo. A todos les parece raro. Se despiden, se abrazan. Al otro día, Charly, cerca de su trabajo se encuentra con Jorge que había salido a caminar. Jorge, con los auriculares puestos va escuchando 13 canciones para Mandinga recién masterizado, terminado. “Después te lo paso… Quedó re bueno” le dice. Se despiden, como siempre, no sabiendo que es la última vez.

Es el último domingo de agosto de 2009. Por la tarde Alorsa matea un poco sólo, otro poco con su familia. Dentro de un mes se viene la presentación del disco, las ansias lo pueden, son enormes. Pero no llega la presentación, un cosquilleo va naciendo de a poco, desde el costado izquierdo, Jorge se molesta, se acuesta en el piso, tranquiliza a su viejo, sabe que su corazón no va más y la tristeza de ese domingo se hace imbancable, oscura y cruel porque el más grande cantautor nacido en Argentina después de Gardel se estaba muriendo.

Queda trunca la posibilidad de ir a Chile, queda sin hacerse ese planeado viaje a Francia, quedan apilados, en el cuarto de Jorge, varios cuadernos con escritos, poemas, canciones compuestas que el destino ensañado hizo que se perdieran con la inundación del 2 de abril de 2013 junto a tantísimos otros escritos alojados en la computadora que usaba siempre y que arrastró flotando el agua. Queda, también, reservado el lugar de Jorge “Alorsa” Pandelucos al lado de los Celedonio Flores, los Manzi, los Tuñón. Queda ese suspiro quebradizo, frágil, dolido de Alorsa, en eso último que dice en el disco que no llegó a tener entre sus manos: «Salú la barra».

*Fuente: emi-laformuladelafelicidad (blogspot, 2014)

Nota: Sebastián Moyano

Fotos: Gabriela Hernández

 

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