Perspectivas del mapa político regional en 2018
Este año 2018 aparece en el horizonte como un punto bisagra para los movimientos populares progresistas de América Latina. A lo largo de él a partir de elecciones presidenciales en distintos puntos de esa región, se definirá el futuro de diversos proyectos políticos de corte popular y orientados a la justicia social.
También se dictará el recambio posible para proyectos políticos regresivos, como el de Temer en Brasil. Pero como siempre, todo dependerá de la correlación de fuerzas que en cada lugar y en cada momento se pueda lograr. Del resultado de estos movimientos en cada país, surgirá una nueva configuración del mapa político regional. Veamos algunos de los hitos en este camino de 2018.
La primera y quizás más importante escala estará en Brasil, porque el 24 de enero se conocerá si Lula puede sobreponerse a la persecución judicial que recae sobre sus hombros y ser candidato a la presidencia en las elecciones del 7 de octubre de este mismo año. Esta parada será crucial no solamente por la relevancia que podría tener una vuelta del Partido de los Trabajadores al gobierno de Brasil como bocanada de aire a la izquierda latinoamericana, sino también por el peso que tiene como principal economía de la región, de manera que marcará el pulso para los demás países de la región.
En lo que atañe a la contienda, Lula que según los sondeos de la oposición alcanzaría una intención de voto del 35%, enfrentaría al “Trump brasileño”, Jair Bolsonaro, como principal oponente. El ex militar de ultraderecha tendría una intención de voto muy por debajo de la alcanzada por Lula y como tercer contendiente aparece la líder econologista Marina Silva, que mantiene su lugar como tercera opción cristalizado en las dos últimas elecciones. El partido del actual presidente ilegítimamente erigido como tal mediante el golpe a Dilma Rousseff, Michel Temer, ni siquiera aparecería en el mapa político con un candidato propio. Todo indica que sus fichas están del lado del Poder Judicial, el único verdadero contendiente que puede enfrentar Lula da Silva camino a una tercera presidencia. El futuro es dicotómico: nueve años de prisión o cuatro en el Palacio del Planalto.
A los pocos días, el 4 de febrero, Costa Rica definirá quién de los trece candidatos alcanzará la presidencia del país así como la composición de su Asamblea Nacional. En un contexto de gran indiferencia y apatía ciudadana a la que se suman graves problemas de desempleo, alrededor de 140 mil nuevos jóvenes decidirán su voto. Lamentablemente la izquierda y el Partido de Acción Ciudadana que actualmente gobierna aparecen sin aspiraciones reales al poder. Asoma como principal protagonista Juan Diego Castro, un abogado de discurso derechista y los candidatos del viejo bipartidismo. En síntesis, se trata de una elección que difícilmente pueda mover el amperímetro de la hegemonía dominante o ponerla en riesgo, sea cual sea su resultado. La institución presidencial y los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial en general se encuentran debilitados mientras el poder real está del lado de los dueños de medios de comunicación, latifundistas y el capital financiero.
En Cuba, por su parte, vemos que el 19 de abril es la fecha definitiva para la elección de un nuevo presidente en el país, luego de la constitución de la Asamblea Nacional. En este sencillo movimiento, se dará por concluido el segundo y último mandato de Raúl Castro, de manera que el sucesor a la presidencia por primera vez en seis décadas no llevara el apellido Castro. Aunque aún no fue confirmado de manera oficial, el nuevo presidente sería el actual vice, Miguel Díaz-Canel.
A los pocos días, el 22 de abril en Paraguay, tendrá lugar una nueva contienda presidencial donde los principales protagonistas serán el Partido Colorado, actualmente en el poder a través de Horacio Cartes, y la reedición de la alianza entre el Partido Liberal y el Frente Guasu, tal como aquella que llevó al posteriormente destituido Fernando Lugo al poder. Luego de unas internas bastante calientes y plagadas de acusaciones cruzadas tanto en el Partido Colorado como en el Liberal, se han zanjado las luchas intestinas con los nombres de Mario Abdo Benitez –hijo del ex secretario del dictador Alfredo Stroessner- y Efraín Alegre, respectivamente. En este caso el panorama no está claro en cuanto a las perspectivas de cada fuerza para alcanzar el poder. De lograrlo la alianza que encabeza Efraín, habrá que estar atento a los movimientos intra-alianza para velar por su fortaleza de modo que no se reedite aquella traición ocurrida en 2012.
Si miramos el calendario, la siguiente parada la tenemos en Colombia, porque el 27 de mayo próximo tendrán lugar las elecciones presidenciales, donde el escenario de implementación de los acuerdos de paz iniciados durante el actual gobierno de Santos trae nuevos condimentos a la contienda dado que será el debut de las FARC en la arena electoral como partido político. El uribismo, por su parte, ya tiene sus candidatos: Iván Duque y por el exvicepresidente Germán Vargas Lleras. También lo tiene la centroizquierda, a través del pacto cristalizado en la «Coalición Colombia» entre Claudia López, de la Alianza Verde, Jorge Robledo del Polo Democrático Alternativo y Sergio Fajardo, ex gobernador de Antioquia que encabezará como candidato a presidente. Esta alternativa se ubica en un segundo lugar de popularidad, mientras que asoma la figura de Humberto de Calle, jefe negociador de los acuerdos de paz en La Habana, como una figura de relevancia en tercer lugar. Restan un par de meses para concretar las alianzas definitivas, pero está claro que del resultado de esta elección dependerá la orientación que adopte el fin del conflicto armado más largo en la historia del continente.
El 1 de julio se celebrarán las elecciones presidenciales de México, que podrían ser una nueva oportunidad para que Andrés Manuel López Obrador alcance el poder, tras los frustrados – y no exentos de sospechas de fraude por parte de los ganadores- intentos de 2006 y 2012. Se abre una puerta para que la centro-izquierda corte la racha de hegemonía neoliberal en un país que por su cercanía al gigante del Norte implicará un marcapasos de la política regional. Para que todo esto ocurra, López Obrador deberá derrotar al candidato del PRI que intentará suceder a Peña Nieto, José Antonio Meade, quién no tiene experiencia en contiendas electorales. Definitivamente el dato de color de esta contienda será la candidatura de una mujer, indígena y zapatista, María de Jesús Patricio Martínez.
Probablemente el segundo hito en relevancia sea la búsqueda de la reelección de Nicolás Maduro por parte del chavismo en Venezuela, con fecha tentativa también en octubre. Más allá de cómo evaluemos la gestión de Maduro al frente el gobierno, en medio de una ola de violencia los últimos años, podemos coincidir en que las últimas elecciones regionales le han dado un fuerte aire al chavismo mientras la oposición –orientada hacia la derecha mayormente- se ha fracturado y diseminado sin liderazgos sólidos. De modo que resta saber quién sería digno rival de Maduro en la contienda para poder ensayar algún pronóstico. Aún así, resta ver si la cruda realidad económica que vive el pueblo venezolano atentará contra estos buenos augurios que susurran sobre la supervivencia del chavismo y de las aspiraciones de las fuerzas progresistas en el continentes junto con él.
Con estas escalas, el 2018 será un año de fuerte intensidad electoral. Queda por ver si la voz de las calles podrá cristalizarse en las urnas para poner freno a las fuerzas regresivas que dominan la región.
* Adolfo «Fito» Aguirre, Secretario de Relaciones Internacionales CTA-A