3 de diciembre – Día Internacional de Lucha contra los Agrotóxicos
En el día Internacional de Lucha contra los Agrotóxicos y a sabiendas de que en la Provincia de Buenos Aires se está tratando un proyecto de ley que permite fumigar con agrotóxicos como GLIFOSATO y 2.4D, considerados por la Organización Mundial de la Salud como cancerígenos, a 10 metros de las viviendas de los pueblos, recordamos y reflexionamos sobre los desastres irreparables que causa el uso indiscriminado de materiales químicos.
El 3 de diciembre se conmemora un nuevo aniversario de la masacre de Bophal, India. El mayor desastre industrial de la historia.
La larga noche del 2 al 3 de diciembre de 1984, en la planta de la empresa de agrotóxicos norteamericana Union Carbide (filial de Dow Chemical Company) se produjo un escape de gas tóxico que provocó una nube letal que en pocas horas mató a miles de personas que vivían en los alrededores. Los que no murieron por la inhalación del gas sufrieron lesiones permanentes: ceguera, dificultades respiratorias, parálisis, trastornos neurológicos, alteraciones hormonales.
Durante aquella noche la gente caía ahogada, con hemorragias internas o convulsiones. Los pocos que consiguieron llegar a un hospital no tuvieron mucha más suerte: los médicos no sabían cómo tratar a los afectados porque la empresa nunca había comunicado que productos se almacenaban realmente en la fábrica. Todavía hoy, estos datos son una incógnita ya que se consideran «secreto empresarial».
Muchas cosas unen a la Argentina con este hecho. Por un lado, la dolorosa cifra, que como un estigma marca en 30.000 las víctimas de esta masacre. Cifra que además los voceros de la muerte se atreven, como aquí, a poner en duda, ya que la empresa sólo reconoce 3.800, intentando así devaluar la tragedia por la cantidad de muertos.
Por otro lado, nos une la trágica realidad a la que miles de personas son sometidas cotidianamente. Las condiciones de vida del “campo” son hoy invivibles a causa del uso de agrotóxicos. Nuestros pueblos fumigados viven en una larga noche que no ve la luz.
Galeano, hace más de una década, nos decía que “las inmensas extensiones destinadas a la soja transgénica están arrasando los bosques nativos y expulsando a los campesinos pobres. Pocos brazos ocupan estas explotaciones altamente mecanizadas, que en cambio exterminan los plantíos pequeños y las huertas familiares con los venenos que fumigan. Se multiplica el éxodo rural a las grandes ciudades, donde se supone que los expulsados van a consumir, si los acompaña la suerte, lo que antes producían.”
Es entonces un deber moral recordar a Nicolás Arévalo, Abigail, Leila, Joan, José, Celeste, los hermanitos Portillo y Olivia, por solo nombrar algunos de aquellos que se volvieron bandera en esta lucha. En estos niños y niñas recordamos a todos los que sufrieron y sufren, murieron y mueren producto de un modelo agroindustrial genocida y ecocida, donde sólo se contempla la “maximización de ganancias” sin considerar el “costo humano”.