Cerró la muestra «Rostros de la ESMA» realizada por Victor Basterra
Se realizó en el Consejo Directivo Provincial de ATE Buenos Aires la muestra de fotos recopiladas por Victor Basterra, de sus compañeros detenidos/desaparecidos y de represores, mientras estaba detenido ilegalmente durante la última dictadura cívico-militar. Esta muestra, que hoy se expone en virtud de mantener la memoria lo mas entera posible, sirvió durante el Juicio a las Juntas Militares para juzgar a los responsables de las torturas y desapariciones de las mas de 5000 personas que pasaron por la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante el gobierno de facto.
Emiliano Hueravilo, cuyos padres fueron desaparecidos por el terrorismo de Estado en la última dictadura en nuestro país, y quien hoy en día se desarrolla como secretario de Derechos Humanos de la CTA Regional La Plata-Ensenada indicó que esta «es una actividad que venimos trabajando con la Central y con ATE provincia. Actividades como estas dejan enseñanzas y experiencias que pueden servirle a las nuevas generaciones de jóvenes que se están formando».
«Me parece que la memoria es algo que tenemos que fortalecer con nuestra experiencia, a través de las fotos que pudo sacar Victor mientras estuvo secuestrado, a través del relato de un sobreviviente de los centros clandestinos, debemos dejar en claro que es algo a lo que no podemos volver. Por esto desde la Central asumimos el compromiso de generar estos espacios tanto en el gremio, como en las escuelas y los barrios de toda la provincia, para seguir sumando eslabones a esta cadena de Memoria, Verdad y Justicia», concluyó Hueravilo.
Por su parte el autor de la muestra, y responsable de tener las pruebas fotográficas de los autores materiales de los crímenes de lesa humanidad, aclaró que «la construcción de esta muestra comenzó en 1981, cuando estaba detenido en la ESMA y me fui animando a juntar las fotos, a guardarlas hasta que pude construir esta muestra, que hoy forma parte de la memoria colectiva».
Respecto al tiempo que permaneció secuestrado y obligado a realizar trabajo como mano de obra esclava afirmó que «en ese lugar perdí la capacidad de proyectar, pero no perdí las esperanzas. Lógicamente en ese lugar era imposible tener sueños, pero yo tenía un mandato, el que se supiera lo que ahí pasaba, eso fue algo que me mantuvo vivo. El miedo existe, lo que uno tiene que hacer es aprender a manejarlo. Todavía sufro el miedo a que me pase algo, pero lógicamente no vivo en la paranoia sino en la tranquilidad de ser prudente».
Repasando la lucha que Basterra y sus compañeros llevaron antes de la dictadura, motivo por el cual lo secuestraron y torturaron durante cuatro años, y contrastándola con la actualidad de la Argentina Basterra reflexionó: «Hoy tenemos que estar mas juntos que nunca, porque estas muestras se hace difícil llevarlas adelante, además porque hoy lo que está instalado es la ultra derecha, pero ya no con el aval de las fuerzas armadas sino con el aval del voto de una parte del pueblo argentino. Las intenciones que tienen los que nos gobiernan hoy en día son las mismas que tenían los dictadores de los 70, es explotadores contra explotados, y hay que actuar en consecuencia. Lógicamente uno hoy no anda con el fierro en la cintura, hoy hay otros elementos, tenemos que encontrarle la vuelta a la resistencia, pero nunca debemos perder el contacto con los compañeros, con la gente».
Historia del autor
Víctor Melchor Basterra, que estuvo secuestrado más de cuatro años, desde mediados de 1979 hasta el final del régimen militar, aunque siguió siendo vigilado y controlado hasta agosto de 1984, ya en pleno período democrático. Había sido obrero gráfico y militante del Peronismo de Base. Tras su secuestro -junto a su esposa y su primer hija recién nacida- fue torturado durante alrededor de 20 horas, teniendo dos paros cardíacos.
Con el tiempo, mientras estuvo secuestrado, fue obligado a falsificar documentación (pasaportes, cédulas, permisos de armas) para oficiales y gente allegada a la Armada, «un día me dijeron trabajas o te morís, y elegí vivir» confesó Basterra.
Un día comenzó a hacer una copia extra de las fotos y de los documentos que le pedían, y las fue escondiendo dentro de una caja de papel fotosensible. Había descubierto que, cada vez que requisaban el lugar, no abrían esas cajas por temor a velar e inutilizar el papel fotográfico, y estaba decidido a cumplir el mandato de sus compañeros de cautiverio por el cual si alguien sobrevivía tenía que hacer algo para que todo eso no quede impune y el mundo sepa qué es lo que ahí había ocurrido.
Cuando comenzó a tener permisos de salida, a pesar de que era revisado por los guardias, un día decidió sacar una foto escondida entre los testículos. Luego se animó a ir sacando varias pegadas en las costillas o en las piernas con cinta adhesiva, que cuando llegaba a la casa las escondía en un hueco en un armario.
Por Matías Blanco Panno
Prensa CTA Buenos Aires