En este contexto, las mujeres de la CTA Autónoma y en general las mujeres, nos organizamos para reflexionar acerca de las condiciones en las que se desarrolla nuestra existencia tanto en el ámbito público como en el privado o doméstico, en la producción y en la reproducción de la vida, las dos esferas que diariamente intentamos conciliar con costos enormes sobre nuestra salud y con sobrecarga de responsabilidades y tareas, para desocultarlas y construir estrategias comunes que posibiliten comenzar a revertir las desigualdades estructurales que rigen este modelo.
Hay numerosas expresiones donde éstas se manifiestan. Son evidentes las diferencias salariales. Más allá de los esfuerzos de las compañeras en discutir y en plantear la necesidad de que los salarios se igualen, sigue habiendo una brecha importante que ronda entre el 25 y el 30%. Esta desigualdad sólo se ha resuelto relativamente en los casos de aquellas trabajadoras que negocian convenios colectivos, pero cuando se pretende ascender en puestos de mayor responsabilidad y jerarquía aparecen más claras las diferencias en torno al salario y las condiciones de trabajo.
Además, donde también se evidencian las desigualdades es en el uso del tiempo (ni hablar del tiempo libre, ¿qué es eso?) y todo aquello relativo a las tareas de cuidado y protección de la vida.
Seguimos siendo las mujeres las que más horas dedicamos a la protección de nuestros hijos y nietos y no sólo de ellos sino de los familiares enfermos, adultos mayores y familiares con discapacidades. El trabajo de los cuidados garantiza la reproducción del sistema de manera gratuita, por eso nosotras insistimos en la urgencia de construir políticas que garanticen derechos universales y el rol del Estado como responsable de planificar y garantizar los mismos.
Cuando hablamos de cuidado nos referimos a poner la vida en el centro de las preocupaciones de nuestras sociedades porque sostenemos que todos los seres humanos necesitamos de cuidados en algún momento de nuestra existencia y que las tareas de reproducción realizadas casi exclusivamente por las mujeres (mantener la limpieza del hogar, hacer las compras y la comida, cuidar a los niños/as o resolver quién los cuida por nosotras, llevarlos a la escuela, al pediatra, a los eventos sociales, al club, etc. y los cuidados relativos a las personas en situación de dependencia: familiares con algún problema de salud o los adultos mayores con dificultad de autonomía) construyen desigualdad.
Una propuesta que en principio parecería simple (pero sabemos que está más lejana que lo que deseamos en tanto que hay varios proyectos presentados en diputados y nunca tratados) es trabajar en la modificación de la Ley de Contrato de Trabajo, específicamente del capítulo que refiere a licencias especiales
Insistimos en la urgencia de aumentar las licencias y definir las mismas en términos de correponsabilidades familiares, mayores licencias por maternidad y por paternidad. Creación de licencias parentales para el cuidado de familiares enfermos, licencias para asistir a actos y reuniones escolares, licencias por adopción, licencias por violencia de género, etc, todas ellas asombrosamente no contempladas en la citada ley. Este sería un gran primer paso, pero incluso así resultaría insuficiente.
Nos parece interesante en este sentido rescatar la ley de Sistema Nacional de Cuidados Integrados recientemente sancionada en Uruguay que tuvo su primer impulso con la campaña “Cuidemos juntos”, producto de un gran trabajo de nuestras compañeras dirigentes sindicales del PIT-CNT y que culminó en esta norma donde se promueve seriamente la responsabilidad colectiva en las tareas de cuidado.
La nombramos porque avanza de una manera muy interesante en definiciones, responsabilidades y derechos universales que promueven el achicamiento de la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres. En primer lugar lo que impulsa es un Sistema Nacional de Cuidados Integrados. Allí se refiere a la responsabilidad del Estado, aunque no desliga a las familias, a los privados y a la sociedad en su conjunto, plantea un camino hacia la universalización de las políticas públicas comenzando por los sectores más vulnerables, la necesidad de su implementación a partir de la descentralización territorial buscando cercanía y participación, jerarquiza la necesidad de profesionalización de las personas cuidadoras, se refiere a jornadas de cuidado de 9 horas (para que contemple trabajos de 8 horas diarias), servicio de cuidado para horario complementario a la edad escolar y sobretodas las cosas reconoce que el SNCI no garantiza la igualdad entre hombres y mujeres sino que se debe insistir con campañas públicas que promuevan la corresponsabilidad entre hombres y mujeres.
Para la CTA Autónoma y para las compañeras que construimos el colectivo de mujeres de la Secretaría de Género nos parece fundamental tomar como organización de trabajadores y trabajadoras la problemática de los cuidados y reflexionar que si éstos continúan siendo asumidos fundamentalmente por las mujeres, se seguirá construyendo y profundizando la desigualdad sexual en la sociedad. Como Central de trabajadores y trabajadoras tenemos la responsabilidad de poder visualizar estas problemáticas y construir canales de solución por medio de modificaciones a las leyes y la construcción de alternativas, pero sin duda, fortaleciendo la organización de las compañeras y compañeros para que puedan asumir estos debates en sus lugares de trabajo, en las organizaciones políticas y sindicales y en sus propias familias.